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Que hermosa es la coherencia

Foto del escritor: Mayra CotesMayra Cotes

Actualizado: 19 sept 2018

Una de mis pasiones es la agricultura urbana, realmente me maravilla poder cultivar y más aún cosechar mis alimentos, aunque la producción no sea ostentosa, tener acceso a una lechuga o una rúgula, cultivada por mis propias manos me genera mucha satisfacción, sobre todo, con la mencionada rúgula, cuando reviso los precios en el supermercado cercano o cuando la humilde plántica hace parte de la receta de un oneroso plato de restaurant.


Últimamente, por circunstancias que no vienen al caso, no he tenido mucha dedicación a mis plantas. Discretamente conservo un par de aromáticas, y mi perfumada lavanda. No busco irme por las “ramas”, estoy entrando en contexto para referirme en especial a la lavanda. Hace unos meses decidí trasplantarla del jardín a una matera, así en caso de cambiar de residencia podía llevarla conmigo, porque de ninguna manera la dejaría, ¿se crean afectos por las plantas?, en mi caso sí. Es que esta lavanda se me convierte en una enseñanza, en un buen ejemplo, es mi lavanda una metáfora hecha planta, palpable y disfrutable. Si paso a su lado, puedo percibir ese aroma tan distinguido suyo, al regarla, igual me alaga con su esencia, pero incluso el día que la trasplanté, arrancándola sin clemencia del suelo, maltratando sus raíces, asiéndome bruscamente de su tronco, lavanda seguía expeliendo su adorable aroma. Los días posteriores a colocarla en una matera, después de haber estado técnicamente libre en mi jardín, lavanda seguía oliendo igual, y cuando pensé que el traslado había sido una pésima idea y que no prosperaría ya que sus hojas empezaron a secarse, esas hojas secas tenían impreso su aroma. Pensé, lavanda es la simbología de la coherencia.


La coherencia es la condición que más respeto en las personas, me tranquiliza saber qué puedo esperar, saber cuándo no hacerme ilusiones. Así no sea la respuesta que me gustaría, saber que será franca y honesta me aleja de las decepciones que pueden ser dolorosas y de las cuales me cuesta recuperarme. Me complace saber qué discurso y acciones van en la misma dirección, que las promesas son confiables y que las expectativas se correlacionan.


Ser coherente no significa que las personas no puedan cambiar de opinión o retractarse, significa que las personas actúan de acuerdo a sus principios y si las circunstancias y los argumentos cambian todos los conceptos también pueden virar, pero sin perder su sentido (pensando en vectores) será el mismo.


Me gusta imaginar que ser coherente supone una danza, con estos pasos básicos según sea el caso: Un paso al frente, cuando de admitir un error se trata. Quedarse muy firme, en el puesto cuando sostenerte en lo que piensas es necesario. Un paso al lado cuando es una causa vana y un paso atrás cuando es necesario replantear las ideas, volver a la esencia y reconciliarnos con la verdad, cuando hay que empezar de cero y tomar decisiones sobre una nueva perspectiva.

Tener coherencia es también decir, “me equivoqué”, “lo siento”, “mi juicio hacia las acciones de esta persona lo nublan los sentimientos que me genera”, “no soy capaz de ser imparcial, sé que solía pensar de determinada forma, pero ahora tengo nueva información y por eso mi opinión ha cambiado” y sobre todo poder pedir “perdón”. El coherente también te dice “esto no me gusta, esto no lo quiero en mi vida”, de frente, mirándote fijo a los ojos. No se balancea en el “sí, pero no” ni “ a unos sí, pero a otros no” dándote la absoluta certeza de saber a qué atenerte.

Las personas coherentes suelen ser confiables, denotan responsabilidad, te hacen sentir caminando por senderos iluminados y rectos, si hay baches estarán expuestos, no escondidos bajo la hojarasca, si hay viros en el camino igual te conducirán a la meta indicada, los pasos suelen tener el mismo ritmo del discurso que los impulsa. Y sobre todo las personas coherentes mantienen su esencia, su aroma, y si los son, sin importar las circunstancias, siempre olerán a lavanda.


 
 
 

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