Menudo nombrecito el que te dieron, significativo para mí en particular, fuiste la cara del amor por mucho tiempo, cara que se me dificultó develar, en un principio, dado mi poco acceso a los medios de difusión y a las limitaciones propias en la comunicación global de aquellos años. Fue hasta que pude comprarme el primer acetato tuyo que le puse rostro a la persona que tanto admiraba y que había aprendido a amar a través de sus canciones, las que escuchaba, antes de la mencionada compra, encerrada en mi cuarto en una grabadora casetera, aguardando paciente a que las colocaran en la emisora romántica de una ciudad vecina. Tú te consolabas escuchando un blues cuando se te pasaba el día sin saber quién eras y yo me reconfortaba escuchándote a ti cuando ya no había más fantasías y la rutina formaba parte de mí. No eras el más popular a este lado del mundo, por eso la probabilidad de encontrarte era escasa. Tu cara de perfil en ese primer acetato tuvo que bastarme para imaginarte. Luego, un buen amigo me regaló otro vinilo, pero tampoco era nítida la imagen en la caratula. Tus melodías, me permitieron conocer tus atardeceres violentos, tu juego al balón en las calles de tu barrio, tus amigos, amores y pérdidas.
Descubrí que era a ti a quien amaba cuando mi canción preferida, la que cantaba el más guapo, el hasta hoy en día bello, Chayanne, eras tú quien la había escrito; cuando mi fascinación por un comercial de avena radicaba en la hermosa melodía de fondo que la acompañaba; cuando esporádicamente en un canal de videos extranjeros colocaban uno de “un par de canciones” que te lamentabas no eran suficientes para arreglar el mundo y yo me quedaba lela contemplándolo. Todo apuntaba a ti. Incluso cuando conocí la canción del comercial completa, me parecía que sus quince minutos de duración eran apenas el tiempo justo para incluir tantas emociones en una melodía.
Me enseñaste a volar, no sé cómo lo haces, pero logras la sensación de efectivamente “tocarnos las alas y elevarnos del suelo”, y eso, permitirme visionarme como un ser alado, yo que un “ángel no soy” aun cuando todo parezca absurdo nos propusiste dar “amor en contra” y liderar la “última revolución” preguntándonos “¿qué cambiarás tú?”. Y nos hiciste entender la caridad como un recurso innecesario en un mundo donde no hubiese desigualdad, en donde los viejos buenos valores no pierdan intensidad. ¿Y qué me dices de tu fábula? No recuerdo ningún otro autor de tu generación que convirtiera un fantasioso cuento medieval en una canción, una que habla de conformarse con un distractor y negarse al amor y aun así cuando el amor te sorprenda poder romper todas las corazas que creaste para desbordarte a amar.
Te debía el reconocimiento, ya escribí especialmente sobre “un atardecer violento“ en otro blog, pero tenía que expresar como tú me brindaste cobijo con tu arte.
Sé que estas en otro continente, pero aun así estuviste presente siempre. Te hice tan mío, que nadie que se precie de conocerme bien podría describirme sin mencionarte.
Cuando te enamoraste te apelotardaste y las letras se volvieron simplonas y melosas. Yo lo entendí como una fase, te imaginaba dando saltitos, feliz viendo todo color rosa, agradeciéndole por existir. y esperé con paciencia a que volvieras a tu esencia, a esa búsqueda en tu interior, a la descripción del paisaje, al sentir puro, a la inconformidad con el sistema. Antes que eso volviera a pasar, fuiste padre y experimentaste ese amor descarnado que se preocupa por el futuro, por ofrecerles un mundo mejor por construir, un muro infranqueable que mantuviera a salvo a tu “Aurora” así que conecté contigo en ese punto parental primitivo de cuidado a la cría.
Te rompieron el corazón y devastado escribías sobre citas que no te cumplían, y así poco a poco te fui perdiendo el hilo, aunque ahora conseguir ver tu imagen es mucho más fácil. Te recuerdo con “nostalsong”, porque recordarte es recordarme y observarme a través de toda mi historia y puedo viajar en el tiempo y darle ese abrazo a una Mayra adolescente que adolecía de abrazos que tanto necesitaba. Y puedo verme cantando “Amarte es total para mí” con mi voz destemplada lejana de ser afinada, pero poniéndole toda la actitud. No hubo galán entonces, como no lo hay ahora, pero la canto como si lo hubiera porque estás tú, EROS, y no hay en el mundo persona igual a ti, no hay “Otra como tú”.
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