Silvia
Músico
Silvia abraza con sus piernas a Alberto y lo pone a retumbar.
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Salió de su natal Bogotá con el propósito de encontrarse a sí misma. Y fue en Santa Marta donde le encontró “ton y son” a su vida.
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Ya no es más la señora de Converse y chaqueta que recorría la séptima en bicicleta para asistir a densas reuniones, escuchando dolorosos relatos de personas víctimas de la violencia y tratar de otorgarles algo de paz a sus atormentadas vidas. Ni la que viajaba por lugares inhóspitos de Colombia haciendo acompañamiento en poblaciones flageladas por el conflicto armado, siendo testigo de situaciones que la cargaban de tristeza y que la hicieron cuestionarse en cambiar de actividad. Desde hace 5 años es una lugareña más, dueña y ama de su tranquilad, camina las calles samarias vestida de ropas ligeras con su cabello al viento libre de glamour y protocolos.
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Alberto es su tambor favorito, lleva el nombre de su gran amigo, quien se lo obsequió sorpresivamente una tarde cualquiera, él era conocedor de los anhelos de Silvia de hacer música y quería incentivarla a seguir sus sueños. Para ella tocar su amado tambor tiene hoy dos significados maravillosos, ser la música que siempre quiso ser y brindarle homenaje a ese gran amigo que ya no está en este mundo y que siempre impulsó sus sueños.
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Se graduó de psicóloga en la universidad Santo Tomás, pero su sueño siempre había sido ser una música. Ya no era suficiente para ella recorrer los lugares salseros de Bogotá, los de la salsa dura, la consagrada; primero como espectadora o danzante y luego atreviéndose a darle a los cueros con todo el ímpetu que su alma le exigía, por eso una vez instalada en Santa Mara decidió ser coherente con lo que su corazón le gritaba desde siempre, ser percusionista y ahora hace parte de una agrupación musical.
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Siempre será un misterio por qué esta bogotana de pura sepa lleva la salsa en sus venas y porque vibra con la música caribe como si hubiera salido de las mismísimas entrañas de un palenque. Pero fue esta pasión la que le sugirió el camino para definir su estilo de vida.
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Ésta creyente ferviente en que los astros dictaminan nuestras vivencias encontró la clave para sentirse plena, combinar su profesión con la sanación de las almas a través de la música. Dedica su tiempo al trabajo social con comunidades vulnerables, sigue ejerciendo la psicología y es música, todo al mismo tiempo.
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Si te la encuentras un día por la calle muy seguramente estará acariciando a un perro callejero o dándole de comer a un gato sin dueño, dudando si llevárselo a casa o no. Tiene un espíritu libre y entusiasta, se emociona con pequeñas cosas y puede parecer una niña pequeña maravillada ante cualquier paisaje pintoresco de nuestra ciudad. Su personalidad eufórica no duda en apasionarse con los proyectos de sus amigas y es ahí donde le pone sus retumbes a mis poemas como el más febril de los lamentos africanos, así que una tarde de amigas se convierte en el escenario perfecto para combinar su música y mis letras.