
Había estado alejada de escritos sobre pandemias, encierros obligados y enfermedad incierta, porque es la escritura mi refugio y para la absurda realidad tengo una vida viviéndola.
Mi vida en la escritura es fantasía y libertad, pero una cosa es la realidad y otras las emociones que puedan nutrir mi escritura así vengan de esa realidad.
Me dio covid y experimenté la nada, no te quiero hablar de síntomas, del sentido de la vida, del azar caprichoso que decidió quien continuaba en el elenco y quien no estaría en la siguiente temporada, de la mano invisible que sacaba números de una bolsa decidiendo quien vivía y quien no, de la sensación de ruleta en la que giraba y que el próximo clic señalara mi casilla y que a cada nuevo malestar experimentara la duda de si sería el último. Una duda tranquila, serena, porque con el covid experimenté una especie de letargo estoico que denominé “la nada”.
En ese momento no era capaz de describirla, solo después de salir de ese estado de indiferencia, logré encontrar adjetivos, retoricas y escuchar otra vez mi voz en mi cabeza, porque ni siquiera ese dialogo interno constante que me acompaña estuvo presente en esta situación.
Yo supongo que así se siente ser un pollo de galpón, ahí sin aspiraciones ni reflexiones comiendo y durmiendo sin un propósito ni preocupación alguna por no tenerlo.
Ahí estaba yo como Neo sobrenadando en mi líquido amniótico dándome igual día que noche y no importándome nada.
La conversación en mi cabeza iba más o menos así antes del silencio total
- te vas a levantar?
- no
-Está bien no lo hagas, que importa
Cuando normalmente sería algo más o menos así
- ¡levántate ! son las tres de la mañana ya dormiste dos horas, ve a ver si tus hijos respiran, termina ese oficio que dejaste incompleto, ve a escribir esta frase que luego se te olvida -
Y yo me respondía
-enseguida, ya voy, no soporto no hacer nada, se me escapa la vida, se me va el tiempo-
O si de casualidad decía
–ahorita, tengo sueño-,
yo solita me reprochaba y me hacía parar a punta de insultos. Esta vez no me cuestionaba mi inactividad ni me criticaba por ello. Yo que soy mi mayor crítico y mi juez más implacable.
¿Qué le hace el covid a tus células? No lo sé, les roba la energía vital tal vez. podría decir que te secuestra el alma. Te das cuenta que eres nada, no están ni tus fantásticas ideas, ni tus ingeniosos comentarios, ni eso que siempre te representó, en mi caso ser una cuidadora. Con covid no cuidé de nadie y no me importaba no hacerlo, ni me desconocía siendo lo que habitualmente no era. Parecía borracho en sepelio diciéndome,” no somos nada”, “no soy nada”.
Ahora post covid, volviendo de haber experimentando ese vacío vuelven las preguntas ¿Qué somos? ¿Quién soy?
Y en estos momentos tras una profunda reflexión, solo puedo responder: Somos lo que volvemos a ser cuando no tenemos covid, somos todos esos pensamientos, sueños y proyectos que vuelven a tu cabeza cuando vencemos a ese virus inmundo.
Después de tener sobre mis hombros este peso enorme de tener que vivir para cuidar de los demás, el covid me dejó de enseñanza que la vida continua sin mí, que alguien más se puede encargar, que puedo seguir viviendo sin compromiso, de gratis como el resto, solo por vivir.
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