Es común que pretendamos evitar conflictos, no haciendo reclamos cuando nos han herido, procurando no opinar por no generar controversia, minimizando nuestros dolores si pensamos que el reclamo redundará en polémica, siendo políticamente correctos, sin tomar partidos, para encajar, por miedo a perder afectos o al enojo del otro. Nos volvemos aguastibias sin voz. Esos silencios nos consumen, nos van matando poco a poco, hasta volvernos unos completos extraños frente al espejo, dejándonos en la absurda soledad de nuestra propia ausencia.
El miedo a la discusión, el miedo a molestar nos va amordazando los labios y nos represa las emociones volviéndolas tóxicas en nuestro interior y al final, putrefactas y corrosivas acaban por destruirnos.
Ciertamente no existen garantías que quedarte callado te evite molestias, el que agrede seguirá cabalgando en su ley y tu seguirás arrastrando la condena de tu propia traición.
Por eso yo te convoco al grito, al desahogo, a exorcizar tus demonios a expresar tus emociones, a ser tu héroe liberador y devolverte honestamente la calma como recompensa a haber sido leal a ti mismo.

Comments