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EL AQUINOESTÓMETRO

Foto del escritor: Mayra CotesMayra Cotes

"El “aquinoestómetro” no vibró cuando di inicio a la charla y juro que debió haber encendido las luces de neón"

Pues sí, tengo el “aquinoestómetro” dañado, nada que hacer, esa es la rotunda conclusión del día de hoy.


Se preguntarán qué es eso? Pues es el término que me inventé para describir ese instinto, ese sentido común, esa vocecita que te dice “aquí no es.”


Hace poco me vi inmersa en una conversación irreal con tintes psicodélicos y matices opiáceos en donde entendí que lejanos pueden ser dos mundos provenientes de dos cerebros diferentes. No encuentro una cifra suficiente de años luz para describir la distancia entre dos personas que piensan distinto. Creía ingenuamente que hay muchos lugares comunes entre dos organismos de la misma especie, pero descubrí lo equivocada que estaba cuando ya me hallaba sumergida hasta las fosas nasales entre las heces de esa conversación.


El “aquinoestómetro” no vibró cuando di inicio a la charla y juro que debió haber encendido las luces de neón y los juegos pirotécnicos dándome aviso a que siguiera mi camino, nada de eso pasó, no se movió la aguja de este instrumento intuitivo y me encontré ahí en medio de una diarrea oral intentando comunicarme con este ser de otro planeta.


Al principio el dialogo interno era “¿cómo puede un ser humano tener este tipo de raciocinio?” y luego ya era un debate entre cuantos Mega pascales de presión debía tener el cocotazo que yo misma me proporcionaría a modo de aleccionamiento por tan miserable selección de interlocutor.

El personaje manejaba un discurso entre ignorancia desbordante y resentimiento social, hasta el punto que consideraba que una decisión sindical, que tuvo repercusiones en la normalidad de las actividades de un centro educativo, era producto de una conspiración particularmente creada para afectarla a ella, aunque fuésemos 25 los inscritos al curso en cuestión.


Terminé juzgada por mi medio de transporte, por mi forma de hablar. Y si bien la señora reconocía sabiduría en un tercero al que hice referencia de mala manera (lo admito, soy un ser en construcción con mucho defecto de carácter aun por modificar) y llamé loca a la otra persona. El punto a resaltar no es quien tenía razón acerca de ese tercero, sino mi falta de discernimiento para elegir con quien comunicarme.



En mi vida es frecuente esta circunstancia, tanto que alguna vez alguien me dijo que pareciese que mi cruzada fuera encontrar al “loco supremo”. Bastante desconcertante mi santo grial, lo sé, pero no tuve fuerzas para discutirlo en su momento porque en el fondo pienso que tiene razón.


Por eso valoro tanto cuando encuentro con quien conectar, con quien siempre la conversación fluye, quien entiende mis chistes y yo los suyos; con quien, aunque no esté de acuerdo valore sus argumentos, pida consejo y encuentre sabiduría o la fuerza para enfrentar mis miedos a través de sus palabras de ánimo. Aunque pueda ser un arma de doble filo porque teniendo el “aquinoestómetro” dañado me puedo quedar e insistir en relacionarme con quien me resulte interesante, aunque yo no le interese, quien sea lindo, pero no lindo conmigo y me enfrento a situaciones de invalidación que tanto esfuerzo me costó distinguir y había elegido no tener, aunque al igual que mi selección de “cuando guardar silencio” voy fracasando en el intento.

En fin, una vez reconocidos los “aquí si es” valoro enormemente ese subconjunto de intercepción de las personas con las que me relaciono, entre interesantes y que les intereso y lindas per se y lindas conmigo.


Si de toda experiencia, aún más de las desagradables se debe sacar una enseñanza, pues en este caso es que debo seguir aprendiendo a leer mejor a las personas antes de invertirles mi energía en tratar de comunicarme con ellas y por supuesto no llamar loca a una persona por muy evidente que a mí me parezca su demencia hasta no estar convencida de la salud mental de mi interlocutor.

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